30 de mayo de 2011

Así es un día de verano perfecto.


Algún día iré a la playa conduciendo un Jeep descapotable azul celeste biplaza. En la radio sonará la ultima canción de Katy Perry y el sol mantendrá calientes mi larga melena morena, mientras es acariciada por la brisa veraniega. A mi lado estará sentado alguien muy especial con sus gafas de sol de Rai Ban, estilo nerd y montura roja. 
Llevará una Canon, con la que sacara fotos a los lugares por los que pasemos y nos las sacara a nosotros. Al llegar a la playa tomaremos el sol, jugaremos a las cartas mientras tomamos un Appletiser y una Coca-Cola, nos daremos un baño rápido y dibujaremos en la arena nuestros nombres. 
Cuando el sol se esté poniendo volveremos al coche. Cogeremos del maletero una muda de ropa de fiesta, iremos al bar mas cercano y nos mudaremos en el baño. Me pondré una blusa negra, con flecos y de palabra de honor, un pantalón corto baquero y unos tacones negros de 11cm. Recogeré mi pelo haciéndome una trenza de cuatro mechones y me pondré una diadema negra con una pluma de pavo-real a un lado. Cuando estemos preparados subiremos al coche y buscaremos la discoteca al aire libre mas cercana, para bailar toda la noche. Tomaremos margaritas y chupitos. La discoteca cerrará a las tantas de la mañana y saldremos a dar un paseo y comeremos algo en el primer McDonald que abra, sobre las 6 de la mañana. 

Después de esa corta parada para repostar y antes de que nos empiece a afectar la falta de sueño, buscaremos la cámara en el coche, para hacer fotos al amanecer. El sol ya ha salido y no estamos en condiciones de conducir, así que nos metemos en el coche y cerramos el capó para dormir unas horas. Cuando despertamos la incomodidad de haber dormido en un asiento no nos deja movernos, así que salimos del coche como podemos, compramos en un super unas gominolas y un protector solar. Al volver al apartamento en el coche, conduce mi acompañante porque estoy demasiado cansada. Ya en el apartamento nos damos una ducha, tomamos un café con algunas galletas que quedan en la alacena y nos disponemos a salir. Compramos unas pizzas y unas Coca-Colas, volvemos a la playa y pasamos toda la tarde durmiendo sobre unas hamacas alquiladas, bajo una sombrilla multicolor. 
Nos bronceamos sin quererlo, a pesar de lleva protección del 50 y ya solo nos quedaría esperar a que volviera a caer la noche, para seguir con la FIESTA.

Siempre vuestra la que escribe.

No estaba muy segura de que foto poner, así que os pongo como entrada la que más me gustó y aquí esta el resto... :-)









22 de mayo de 2011

La felicidad de la ignorancia


Hola, os saludo desde el pasado. Para unos está lejos, y para otros cercano, eso depende de cuando fuiste ignorante y a la vez feliz de no saber lo que significaba la ignorancia, amabas sin necesidad de saber ni siquiera quien te abrazaba, mirabas a los ojos y con una mirada se lo decías todo a los que te rodeaban y les respondías con sonrisas y lagrimas a sus palabras, aunque no entendías nada. Dormías cuando querías, despertabas y para el mundo, era como si el sol saliera porque no importaba la hora que fuera, todo el mundo despertaba y te atendía. Jugabas a descubrir tu nuevo mundo, cada día como si fuera el primero. Durante unos años, todo fue bien porque no necesitabas entender lo que te decían, simplemente eras como querías, sin dar explicaciones, sin pedir perdón porque todo el mundo sabía que no podías mencionar palabra, pero aun así lo decías con la mirada. Empezaste a comprender que eran un beso, un abrazo y un te quiero, y los regalabas como si nunca se te fueran a acabar. Para ti, todo era infinito aunque no supieras lo que significaba, no te importaba darle un abrazo eterno a tu peluche favorito, o un beso en la boca a tu mejor amigo o amiga, porque lo importante no era lo que los demás dijeran, sino que todo lo que querías supiera lo que sentías. En esa época, en ese tiempo, lo único importante era ser tu mismo, hacer lo que te hiciera feliz y llorar por lo que te diera la gana, porque te daba igual el mundo, la ignorancia te hacia fuerte, te hacia invencible. Por eso a veces preferiría no saber lo que significa un abrazo, ni un beso en los labios, me gustaría que me entendieran, al mirar a alguien a los ojos y decirte te quiero sin pronunciar palabra, porque antes eso era todo lo que hacía falta. Pero ya se nos paso esa época, ya se nos acabo la infancia, se asomó la vergüenza de cometer un error que pueda ser criticado, ya no tenemos escusa para dar un beso o un abrazo y no tener que explicarlo, se nos acabo la ignorancia, ya hemos crecido, y la felicidad, se ha escondido, en el hueco que dejó la vergüenza.


Siempre vuestra la que escribe.

13 de mayo de 2011

Un sueño que me soñó

Esa extraña sensación que ciento cuando todo se me cae encima y entonces llegas tu, como si fueras un Super Héroe, agarras todos mis problemas y preocupaciones por una esquina y los lanzas lejos, muy lejos, al infinito, allí donde ya no quedan estrellas, ni planetas, donde acaban los números y las ecuaciones se hacen finitas, allí, donde no me puedan hacer daño los prejuicios de la vida. Entonces esa sensación desaparece y por fin puedo estar tranquila, serena, olvidar que existió algún día problema alguno y lo único que necesito es respirar y aprovecho, ahora que el tiempo no nos mira, para ser un poco egoísta y robar el aire que te respira. Acerco mis mejillas a las tuyas, rozo con mis pestañas tu respiración, con un leve movimiento se funden nuestros labios en un beso y ya no queda rastro de oxigeno en nuestros cuerpos. Ya solo queda un largo e infinito beso, que se turna con mis dedos, que recorren tu nuca, en busca de algún profundo pensamiento.
Mis ojos se abren y tras despertar de mi sueño, solo logro captar un atisbo de ese recuerdo que mi propia mente puso en tu pensamiento durante un momento, YO. Pero ya he despertado, así que ahora que la realidad nos mira, y el tiempo nos contamina, vamos a hacer que no ha pasado nada. Seguiremos cruzando miradas en el pasillo, haciéndonos preguntas con sentido, para que los demás vean que ahora es lo mismo que nos queramos, nos odiemos, o simplemente nos recordemos.

Siempre vuestra, la que escribe.

6 de mayo de 2011

En la vida se aconseja, pasar por Roma.


Esta es la historia de un viaje. Un corto pero intenso paso por un lugar llamado Roma. Recuerdo cada día, cada hora, cada comida, cada lugar, cada vista, cada olor, recuerdo todo lo que había a mi alrededor, las personas que estaban a mi lado en cada momento, todas las partidas de cartas y los paseos de habitación en habitación. Pero hay momentos que se quiera o no, se graban en la memoria de forma permanente y clara y el momento que quedo sellado en mi mente fue sin duda en el que me di cuenta de lo espectacular que era todo a mi alrededor, no me importaba que la comida estuviese buena o mala, todo me sabia genial, nuestras habitaciones no eran especialmente acogedoras, ni totalmente limpias, pero aun así me sentía como en mi casa, dormía poco y caminaba mucho, pero nunca me encontraba cansada, no conocía a prácticamente nadie y sentía que todos eramos como una familia. Durante una semana no tuve ganas de llorar ni una sola vez, había en mi tanta euforia que se me aceleraba el pulso con cada pequeño dato que me aportaban de ese lugar de inmensa historia.
Puedo estar días contando mil anécdotas, pero are algo mejor, os pondré un una situación que nosotros mismos vivimos. Estando de visita en el coliseo, mientras nos explicaban la historia del arco del triunfo, empezaron a caer pequeñas gotas de lluvia, que en unos segundos se convirtieron en una cortina de agua que no nos permitía ver mas allá de nuestras narices. Al ver que la lluvia no cesaba y cada vez era mayor decidimos colocarnos bajo unos arboles para mojarnos un poco menos, pero sin darnos cuenta empezó a granizar. Caían pequeñas piedritas de hielo que herían en el impacto con nuestra piel y viendo que la cosa no mejoraba corrimos a refugiarnos en el coliseo. Nuestra visita no pudo finalizar como debía, pero ese momento tan impresionante no nos lo quitara nadie.
Siempre vuestra la que escribe.