En una de las paredes de mi habitación hay un espejo de cuerpo entero. Cada mañana, en mi cuarto solo entra la tenue luz del amanecer. Mi despertador suena y yo lo apago con mi mano plomiza lo mas rápido que me es posible, y lo coloco bajo la almohada, para no tener que estirar la mano de nuevo asta la mesilla. Soy consciente de que si no me levanto en el instante, volveré a dormirme y perderé el poco tiempo que tengo para prepararme antes de ir a clase. Pero el sueño me vence, y a los pocos minutos es mi madre la que me despierta desesperada por no haberme levantado aún. Entonces me deshago de las mantas y me intento poner las zapatillas para ir a al baño a ducharme, todo esto a oscuras. Pero no totalmente, pues como ya dije antes el amanecer acaba con la oscuridad total de la noche. Y sentada en mi cama, intentando levantarme algo dormida aún, veo a alguien frente a mi, una silueta empijamada, con el pelo alborotado. entonces giro para ir en dirección a la puerta, y la figura gira conmigo. Nos miramos. Ella es cada día un poco diferente, unos días más alta, otros con el pelo más corto y al no comprender su anatomía, me miro a mi misma, toco mi tripa, mi pelo, mis hombros, ella me imita pero cuando nos volvemos a mirar me doy cuenta de que ella es más delgada que yo, su pelo es más oscuro y sus hombros son sin duda una suave curva en la oscuridad, al contrario de los míos, que siento pesados y recargados de estrés. A los pocos segundos de que transcurra el ritual de reconocimiento, salgo de mi cuarto, llego al baño, me miro al espejo y me veo, veo mis ojos cansados y pequeños, mi nariz roja del frío y mis labios agrietados por la sequedad de la noche. Me lavo la cara, me baño y ya envuelta en la toalla, preparada para ir a mi cuarto a cambiarme, me vuelvo a mirar en el espejo y me miro a los ojos unos segundos, asta que me pierdo a mi misma, ya no me puedo ver, ya no me siento frente a mi misma, mi forma material sigue ahí, es inevitable, pero no soy yo, o a lo mejor si, pero no me siento yo. Dejo de comprender porque mis ojos son marrones o porque mis labios han perdido sus grietas nocturnas. Ya no se porque tengo la cara que tengo. Me empiezo a preguntar si debería de tener otra, si el resto del mundo la recuerda por algo en concreto o si en algun momento la olvidan del modo en que la olvido yo. Es una desconocida para mi, tanto o más que la ligera visión en el espejo de mi habitación, no logro comprender cual es real, si todos esos reflejos detallados o la tripa que acaricio, los hombros que cargo o los cabellos descontrolados que intento apaciguar cada mañana.
Quizás no este segura de quien soy o de lo que realmente quiero ser, pero no voy a permitir que los demás lo decidan por mi, porque nadie asta el momento ha visto esas siluetas, esas sombras que me representan, que me hacen sentirme viva... que me hacen pensar y como ya sabéis, 'PIENSO, LUEGO EXISTO'. Así que durante el resto de mi vida, me dedicare a existir, y no permitiré que otros existan por mi.
No se si esto os servirá de algo, pero a veces la moraleja es más sencilla de lo que parece. Mi consejo: 'existe, porque no hallaras mayor logro que descubrir que eres exactamente quien los demás jamas podrían haber descubierto que eres'
Siempre vuestra la que escribe.